miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cantabria, segunda y final, de momento


He demorado esta segunda parte más de lo que me habría gustado. El trajín de estos días obligó a ello, sin contar que me da pereza seleccionar que cuento y que no. A medida que el tiempo pasa parece que los recuerdos se alargan, y ese puñadito de días se me antojan meses…
Por cierto, para pena de Eres_mi_cruz, le diré que he sabido que don Elías, el célebre cura de Potes, no es de Écija, sino de un pueblito montañés. Pese a todo, me gustó tanto su teoría y argumento, que seguro que si indagamos, algún antepasado es de esta zona…

No sé cuánto me extenderé en esta entrada, que se me olvidará contar o si resultará interesante lo que destacaré. De todas formas, igual que no me importa haberme perdido alguna cosa de Cantabria, pues sé que volveré, no me importará dejar aquí algún cabo suelto; de hecho ya tengo en mente algunos sitios o rincones que merecerán una entrada aparte en un futuro, al igual que en los propios comentarios que hacéis y respondo, salen cosas que pasé por alto en el post.

PEQUEÑOS TESOROS

Mi madre recuerda la gracia que le hizo leer en la carta de un bar del gaditano pueblo de Olvera, una frase que venía a decir algo así: “Este pueblo tiene una calle, un castillo y una iglesia, pero qué calle, qué castillo y qué iglesia”
Creo que Cantabria tiene muchos pueblos que cumplirían esa máxima, o puede que tras ver muchas cosas, esos son los que más me gustaron, los que más se me quedaron dentro…
Serían incontables, y seguro que alguno se me olvida, y sería eterna una descripción detallada de cada uno de ellos, pero así de pasada recuerdo la preciosa Iglesia de Arnuedo, restaurada por cuenta de los vecinos con sumo gusto, el pequeño pueblo de Cartes y sus calles, Liérganes un pueblo de postal con su molino, su río, la leyenda del Hombre Pez y una pequeña capilla del Carmen que descubrimos de casualidad, pues no venía en ninguna guía…


El pueblo de Bárcena Mayor, que ostenta el título de “Mejor conservado de España”, o al menos lo ha tenido durante mucho tiempo, es un lugar de paso obligado. Pequeño, empedrado, con lavaderos públicos que nadie ha destruido para hacer sobre ellos un hotel.


Con una extensión algo mayor, me encantó Santoña, y su paseo marítimo desde el que se divisa Laredo, su ambiente marinero y la pasión que comparto por el remo, aunque ahora lo tenga aparcado de mi rutina.
Castro Urdiales, Santillana del Mar o Comillas no es que no me gustaran, pero tal vez deba confesar que soy algo egoísta, y que al tratarse de lugares más conocidos, los siento menos íntimos, menos míos… Me gusta pensar que poca gente paró en un multicentro social que hay en Correpoco, donde puedes ir al médico, tocar las campanas si hay un incendio o ver a la Trabajadora Social, entre muchas otras cosas, vamos, un espacio bien aprovechado.


SENTARSE A COMER

Cuando uno va de un lado para otro, debe comer poco, de forma ligera… Si no lo haces, si se te va de las manos, si almuerzas algo tarde y no te privas ni del vino ni de la ternera, corres el riesgo de acabar intentando dormir la siesta en un poyete de una iglesia románica. Pero la tentación era mucha, la cabeza a veces es poca…
Pese a haber intentado no hacer excesos para no morir de un colapso por esas carreteras, creo que he disfrutado de la gastronomía cántabra, hasta el punto de hacer una cata de orujo a las diez de la mañana. Y además de lo típico, lo que todo el mundo te recomienda que son los múltiples tipos de cocidos que abundan por aquél lugar, he probado croquetas de queso tresviso, de cocido montañés, o pasta hecha con chorizo de la tierra. Lo de los embutidos es otra maravilla. En cuanto a los famosos quesos, siempre presumí de ser muy quesera y de adorarlos todos, y algunas modalidades me hacen replantearme un poco esa afirmación… Por lo demás, he disfrutado de las rabas, que para un sevillano serían chocos, y los bocartes, que en hispalense son primos de los boquerones. Y aunque algunos pescados de esas tierras no son muy de mi agrado, quienes venían conmigo pudieron gozar de bonito del norte, anchoas de Santoña y pastel de cabracho. Por supuesto comí sobaos pasiegos, y otros dulces como los Almendrucos, maravillosos estos últimos. Hasta mi pasión por el té se vio satisfecha por aquellos lares, y tengo un fantástico “té de puerto” que recuerda a la vegetación de aquella zona. Incluso llegué a tomarme la mejor copa de mi vida, pero eso se merece un capítulo aparte.
En fin, a Cantabria se podría ir simplemente para comer y dormir siestas, sería un desperdicio perder tiempo en eso y no ver tantos parajes que merecen la pena, pero por otra parte, no estaría mal poder sentarse a comer sin pensar en que ocurrirá luego.

¡Se me olvidaba! El Lomo de Potes es para darle un aplauso, lo dicho, voy a tener que hacer un viaje solo gastronómico…


HISTORIA DE UN TEJO Y UN OLIVO

Hace más de diez siglos, don Alfonso, conde de Liébana, construyó una pequeña iglesia en la población de Lebeña. Cuentan algunos documentos y las leyendas populares que quiso que reposaran allí los restos de Santo Toribio de Liébana. Dicen que lo intentó por las buenas, que lo intentó por las malas, y que en estas estaba cuando perdió la vista. Don Alfonso lo interpretó como un deseo del Santo de quedarse en el Monasterio en que actualmente permanece. Desistiendo de su intención, y haciendo donaciones al Monasterio que lleva el nombre del Santo, dicen que recuperó la vista.

Pero el pequeño templo de Lebeña tiene para mí una historia mucho más interesante.
Dice la tradición popular que un buen cántabro, para serlo, debe tener en su finca un Tejo. El Tejo es el árbol cántabro por excelencia, adorado y venerado por los druidas según la tradición mitológica de aquél lugar. Según esta misma tradición, los sitios sagrados debían tener dos elementos básicos, este árbol, y alguna manifestación fluvial, un lago, una fuente… Muy cerca del paraje donde está esta iglesia pasa el río Deva. En una reforma, al darle la vuelta a lo que parecía un simple escalón en el altar de la iglesia, resultó estar inscrito en una de sus caras. Allí, según se pudo deducir, una civilización antigua adoraba al Sol, creador de todo. Luego añadieron una cruz, como símbolo del cambio religioso de la zona. En ese lugar tan mágico donde don Alfonso decidió edificar aquél templo, hay un detalle más que le aporta encanto a esta parrafada que estoy soltando. Acabada la construcción plantó un árbol representativo de él, como no podía ser de otra forma, un Tejo. Quiso plantar entonces un árbol representativo de su mujer, doña Justa. Sureña ella, plantó un olivo que hoy en día permanece allí. Es algo extraño ver un árbol tan andaluz a tantos kilómetros del sur, pero ha resistido bien a los siglos y el clima de aquella zona.


Como dije, con más de diez siglos, allí está ese pequeño templo mozárabe, sus árboles, e incluso una Virgen amamantando que fue robada y tras diez años o así, fue encontrada en un chalet de Alicante y devuelta a su Iglesia de Santa María, donde sus feligreses siguen pensando que fue un milagro.

ESTAMPAS Y PARAJES

Hay muchos sitios que quisiera destacar, ya no pueblos como dije antes, sino pequeños lugares, algunos célebres como Fontibre, donde nace el Ebro, otros ni sabría situarlos exactamente como un trocito de la vega del río Pas donde paramos y pude tirar piedras en compañía de unas vacas que pasaban de mi locura al otro lado del río.
También destacaría el desfiladero de la Hermida, el Puerto de la Braguía, y el famosísimo Fuente Dé, donde subes con un teleférico o a pie, divisando desde arriba las cumbres de los Picos de Europa, las nubes que en días de suerte tocas con las manos, y la infinita profundidad de sus valles. Nosotros subimos en teleférico, por comodidad y por tiempo. Lo malo es que en las advertencias de subir decía que era conveniente avisar a familiares y amigos de que se iba a realizar aquella excursión, por si había problemas. Ahí caímos en la cuenta de que ninguno habíamos avisado a nadie, de aquello, así que solo quedaba encomendarse a Dios o al Diablo para que aquello no se desplomase, dejando al hijo de mi madre casi huérfano…


Otro lugar que me encantó fue el Monasterio que he referido antes, el de Santo Toribio de Liébana. Es de esos lugares que independientemente de la fe, la religión o las creencias, te dicen algo. Incluso el hecho de que casi cada hora expongan el “Lignum crucis” con delicadeza, sin cobrar nada, con lo dada que a veces es la Iglesia a esas cosas, me pareció encantador.
También incluyo aquí el aperitivo asturiano. Vi muy poco de esta comunidad, pero queda pendiente para otro viaje. Tras haber visto tanto arte románico, me queda descubrir por aquellas tierras el escalafón anterior, el prerrománico.


En fin, con defectos y virtudes, con muchas palabras o con pocas traté de resumir un viaje de cerca de cuatro mil kilómetros, muchas horas, discos de Ketama, Poveda, Alan Parson Proyect, y miles de sevillanas. Fotos buenas, malas, regulares y de mi estilo, cubatas de ron al final del día, y un coche que acabó pareciendo un mercadillo, pero por el que podíamos ver el bosque en el techo…


Se quedan cosas pendientes como ya he dicho, hasta que vuelva seguiré pensando que el lema de esa comunidad es más cierto que nunca; “Cantabria infinita”

domingo, 19 de septiembre de 2010

Cantabria


Tal vez sean pocos los que se atrevan a llegar al final de esta entrada, aunque no sé como de extensa llegará a ser, cuando me pongo a escribir es impredecible en que acabará la cosa, pero la preveo larga.
Intentaré resumir esos días, esos pueblos, esos caminos… No será una guía, no lo pretendo ni tendría paciencia para hacer una, más que nada serán las cosas que más llamaron mi atención, que no siempre tienen que ser las que más gusten a los demás.

Este viaje empezó siendo una cosa algo programada, con rutas establecidas, en gran parte las determinamos gracias a la ayuda de otra bloguera y amiga que ya había andado el verano pasado por aquellas tierras; pero poco a poco, aunque seguíamos con nuestras rutas y nuestro “Ternerito guardián” en el salpicadero, se fue transformando en un viaje menos encorsetado, donde por encima de guías, mapas o GPS, acabamos atendiendo a máximas como: “Para ahí, que esa Iglesia tiene buena pinta”, “Me han dicho que ese pueblo es precioso” o “¡Para! , que se ve el río y si hay una fuente, llenamos las botellas”.

Y con las mismas, los pintorescos lugares, los fantásticos bares, los atinos y desatinos del GPS, las vacas y sus cencerros (que era un sonido permanente) y los ríos y montañas se compuso un viaje que resultó más profundo de lo que pensaba al principio.

EL SEGUNDO MEJOR PUEBLO DEL MUNDO

Hace unas semanas, mi hermano y yo andábamos rememorando antiguas vacaciones y años de veraneos donde muere el río Betis. En una de estas, intentando definir aquello, el hijo de mi madre soltó una frase lapidaria: “Sanlúcar es… es… en pocas palabras… ¡el mejor pueblo del mundo!” Me reí, y pido perdón a quienes consideren que este título lo ostenta otro pueblo, pero para nosotros esta afirmación es tan cierta como la rotación de la Tierra. Pero este verano no pisé Bajo de Guía, y casi en el opuesto del país encontré el que ahora me parece el segundo mejor pueblo del mundo en mi escala personal; San Vicente de la Barquera. Hay pueblos más monumentales, o más pintorescos, si. Los hay más grandes y más pequeños, que personalmente me gustan por el encanto que suele rodearlos, pero San Vicente tiene algo… No es sólo su Iglesia de Santa María de los Ángeles que tanto me recordó a las sevillanas, con la Capilla funeraria de Antonio del Corro, un nativo dominico de aquél lugar, que acabó siendo canónigo en nuestra Catedral, e inquisidor en San Jorge. Al fin de sus días, se hizo construir un mausoleo en su lugar de origen pero con altas reminiscencias sevillanas como los azulejos que decoran la estancia, o su propia escultura en mármol realizada por el salmantino Juan Bautista Vázquez el Viejo, autor entre muchas otras obras, del Cristo de Burgos, para contextualizarlo en lo hispalense.



Pero no es sólo eso, no es sólo su castillo, o las calles del casco antiguo, empinadas y encantadoras; ni es por el atardecer en su Plaza de los Peregrinos, ni por su ría o sus playas, ni su puente infinito… No es por nada, y es por todo, es su gente, su ambiente, sus bares… Es un sitio fantástico al que espero volver, porque lo dicho, hoy por hoy creo que para mí es el Segundo mejor pueblo del mundo.


AMABILIDAD CÁNTABRA

El carácter cántabro en sí me parece altamente destacable. Y no voy a poner de ejemplo a Revilla, ese hombre si que merecería un capítulo propio, pero si es cierto que en ocasiones, los injustos tópicos, esos mismos que hacen pensar que la gente del Sur vivimos de fiesta y sólo pensamos en dormir la siesta, a veces también dibujan a la gente del Norte como sombríos, secos o introvertidos. Evidentemente comento todo esto para negarlo rotundamente. Por supuesto, como en todas partes, hay gente buena y mala, más simpática y menos, pero por norma general todo el mundo es muy hospitalario, deseoso de ayudar, orgullosos de su tierra y de que tú la disfrutes. Incluso diré que hubo momentos en que yo, con la gracia sevillana que se me supone por la ley de tópicos, era mucho más antipática que ellos. En muchos pueblos pequeños, por costumbre, por educación, por lo que sea, la gente te saluda cuando se cruza contigo por la calle. No se meten en tu vida ni te preguntan nada, y en cierto modo tampoco es un formalismo, te saludan con ganas, porque quieren hacerlo. Y yo, que soy una urbanita acostumbrada a pasar un poco de todo, a veces me extrañaba ante tanta amabilidad, igual que cuando estás comiendo en algún sitio, y el que se va a sentar en la mesa de al lado te saluda antes de sentarse. Pero aunque a veces me costara, reconozco que me parecía entrañable que todos los pasiegos nos saludaran al salir de su pueblo.
Otra cosa muy curiosa para quienes procedemos de “La Tierra de María Santísima” es el hecho de que las iglesias tengan llaves repartidas entre los vecinos, y estos en ocasiones previa llamada al móvil te la abren para ti. Ya la experiencia en el campanario de la Iglesia de Yermo donde una octogenaria lugareña nos animó a subir al campanario saltando una vallita porque habían perdido la llave me pareció increíble. Lo de que alguien pisara el cable que no debía e hiciera sonar las campanas es la cumbre de la anécdota.
Por otro lado, lo de que los curas hagan ronda y recorran una media de cinco iglesias los domingos para dar misa, es algo que había visto en la tele pero que no sé por qué, me seguía sorprendiendo. Para muestra, don Elías, cura del lebaniego pueblo de Potes. Este hombre tiene una ruta que es para aprendérsela… Creo que hay delegados comerciales que viajan menos.




ENTRAÑAS CÁNTABRAS

La merecida fama mundial de las Cuevas de Altamira es de sobra conocida, pero quizás eso a veces haga que se eclipse el fantástico patrimonio rupestre que tiene toda la zona.



Yo sólo he podido visitar una cueva, La cueva del Castillo. No me pesa haber visto sólo esta, estoy tan convencida de que volveré que ya iré recorriendo las que pueda.
Es impresionante que todo el mundo se pregunte lo mismo ¿por qué pintaban? Es curioso que todos los historiadores e investigadores traten de darle explicación a algo que para mí es lógico y normal. Además, son teorías, criterios y explicaciones que suelen caerse a medida que los descubrimientos avanzan. Me parece tan simple el hecho de que un ser primitivo, pero SER al fin y al cabo, busque ese sentido artístico que todos llevamos dentro… Nadie se plantea por qué pintaba Picasso, o Zurbarán o Tamara de Lempicka. Era gente que trataba de expresar algo, y que lo hacía con los medios que tenía, cada uno en su época. Además de los bisontes o las manos en negativo, esa cueva tenía el encanto que un lugar tan milenario y especial puede tener. Sus trece grados, su humedad, esa oscuridad a la que sorprendentemente te acostumbras, hasta el punto de que luego te molesta el sol. Esas piedras frías que han visto tanto, que han conocido tanto… Los colores y matices que la filtración de la lluvia dejó entre sus galerías… Es una maravilla poder viajar al pasado así, admirar como una gente que quizás no era tan diferente a nosotros, quiso dejar su impronta para la posteridad.

MI CORAZÓN CÁNTABRO

Siempre comento que tengo una familia muy reducida, y la verdad es que miento. Suelo referirme a mi familia de forma muy estricta, mi madre y mi hermano, la gente con la que vivo, y con la que convivo, que es mucho más intenso lo segundo que lo primero. Pero atendiendo a la parte materna, que es la interesante y con la que mantengo contacto, habría que tener en cuenta que mi abuelo eran unos catorce hermanos, mientras que mi abuela eran ocho. Esto le deja a mi madre un legado de más de cincuenta primos entre unos y otros. De tantos primos, yo conoceré a la mitad. Muchos viven en Sevilla, una gran mayoría en Lora del Río, y el resto repartidos por Cataluña y quien sabe donde más. Además, hay que contar con el factor edad, muchos se llevan con mi madre quince o veinte años, lo que hace que si los conoció en su infancia, apenas se acuerde. Dentro de este grupo estaba una prima de mí mismo nombre, del mismo nombre que mi madre, portadora en fin de un nombre muy significativo en mi familia materna en general. Esta prima conoció hace muchos años a un santanderino, y por cosas de la vida se afincó en aquellas tierras hace más de treinta años. Ha sido un descubrimiento para mí reencontrarme con esta parte de mi familia. Han sido almuerzos y cafés llenos de recuerdos, reconstruyendo un pasado extenso y variopinto, ha sido una grata sorpresa y una feliz coincidencia ver cómo a pesar de la distancia y el tiempo, nos parecemos tanto como gente que pertenece a una misma familia. Así bien, ahora he ganado cuatro primos segundos (creo que se llaman así), Pepe, Javi, Elena y como no podía ser menos, Mercedes. Todos conservan un marcado carácter andaluz, pese a haber hecho su vida en Cantabria, y vienen por estas tierras siempre que pueden.


Además, he descubierto el sitio donde me gustaría retirarme a escribir largas temporadas, que no es otro que la casa que mi familia reencontrada posee en el pueblecito de Hazas de Cesto. Una típica casa cántabra del siglo XVI que entre la prima de mi madre y su marido, han reconstruido con sumo gusto y encanto. Y no solo me gusta porque en lo que antes era una porquera y un gallinero ahora se encuentre un salón maravilloso, o porque en la buhardilla tengan el cuarto de juegos que cualquier niña habría deseado… ¡es que tienen su propio bosque y su propio río! Un bosque con hortensias,encinas,tejos y eucaliptos, un bosque con huertecito donde de vez en cuando se cuelan jabalíes y ciervos.Incluso árboles con guindas para hacer nuestro propio pacharán.

Su casa de Santander también es una maravilla, y está en un sitio estupendo. Allí me acordé mucho de mi amigo Du Guesclin, cuando ví el dormitorio de matrimonio, que es el mismo que tenían cuando vivían en Lora, pero lo interesante para el General llegó cuando me dijeron que todo estaba hecho con maderas del desaparecido palacio de los Sánchez-Dalp.
Saber que ahora tendría quien me esperara si vuelvo por aquellos lares, hace que además de familia, un trocito de mi corazón se quede en Cantabria.
Por otro lado, poseo una gran familia adquirida. Amigos y personas que de tan cercanos se integran como si fueran tíos o primos. En esto se encuentran mis padrinos. Él posee un apellido que en el Valle de Liébana es de sobra conocido, Bustamante. Su padre, como muchos montañeses, recaló en Sevilla e hizo su vida aquí. Pero siempre conservaba un recuerdo para su tierra, Potes. Los prados, la Virgen de Valmayor, su plaza porticada… Y así, atraídos por la curiosidad que sentíamos por este pueblo lebaniego, llegamos a Potes, para disfrutar de sus calles empedradas, su orujo, y aunque yo no lo hice, hubo quien disfrutó de un cocido que de haber seguido comiendo hasta ver el fondo de la olla, habrían acabado como el célebre chiste de ese artista barroco del humor sevillano que era Paco Gandía.
Lo dicho, siempre que se viaja se queda un trozo de nuestro corazón en el sitio que nos enamora. Yo, con más motivo por lo sentimental que me pongo a veces cuando las cosas conciernen a gente que quiero, he dejado un enorme pedazo por toda aquella comunidad.


Llegados a este punto reparo en que la entrada es extensísima, por lo que en unos días colgaré una segunda parte, que no sé si será la última.

Fotos: Algunas son de Diego Ternero, otras de Mercedes Serrato, y otras de Mercedes Calero con la cámara de Mercedes Serrato, en fin, un batiburrillo.
Y en la cueva evidentemente no se podían hacer fotos, son del catálogo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Carta de un regreso


Queridísimos todos:

Hace mucho que tengo abandonado este blog y los vuestros, y no es intencionado. Sufrí un apagón informático, se estropeó el portátil, y ese sobremesa que daba su apaño de vez en cuando se fundió… Ya el portátil ha vuelto, y al sobremesa le auguran buenos tiempos si me prestan un disquito… En fin, a todo esto hay que sumarle que al poco de este abandono que sufrí de elementos tecnológicos partimos hacia el Norte con parada en el Levante.
El común amigo de muchos de los que pasan por aquí, Miguel Andréu, siempre anda diciendo que está deseando hacer el viaje al que vayan dos y vuelvan tres, y no le faltan motivos para desear esto, claro… Nosotros hemos hecho a la inversa, fuimos tres y volvemos dos, o técnicamente volvimos tres partiendo cuatro pero bueno…
Vengo encantada de Cantabria, por muchos y diferentes motivos. Lo malo es que quería llevarme el portátil porque sabía que me ocurriría lo que ahora me sucede… Temo olvidarlo todo, tengo miedo de olvidar lo interesante, de que se me borre información de mi pobre cabecita. He aprendido mucho, de arte, de naturaleza o la vida en general, incluso he aprendido cosas que ignoraba pues como decía mi madre al poner en mi mano una fruta verde y redonda, soy una “cateta de ciudad” y creí que aquello podía ser una extraña pera, y resultó que era algo que me encanta… nueces.






Una vez que lo verde se va, se ponen negras, y luego ya adquieren el aspecto de nueces mundanas, como podéis ver arriba. Y un consejo si alguien es tan cateto como yo, no intentéis quitar lo verde sobre todo con las manos directamente como hice yo, clavando las uñas… Me las puse negras y los dedos amarillos como si fumara dos paquetes al día, vamos, un desastre…

También he aprendido de mí, como siempre ocurre en los viajes, e incluso a nivel familiar he crecido, pero ya os lo contaré más adelante. Tengo que asentarme, reorganizar ideas, fotos…
De momento tengo un disco de la Banda de Gaitas Cantabria que ayuda al recuerdo y unos cuantos quesos que “perfuman” la casa, así que espero que estos elementos contribuyan al aterrizaje.

Comenté que este año quería haber viajado a Berlín, pero aunque no pudo ser, tengo un pedacito de aquello que me han traído.



Y además he sumado un concierto más de Sabina a mi kilometraje, que tanto el flaco como yo vamos cumpliendo años…

Y entre todo este suceder de cosas, prometo que voy a intentar ponerme al día en mi blog y sobre todo en los vuestros, sólo necesito un poquito de tiempo.

Nos leemos pronto
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...