miércoles, 9 de marzo de 2011

El año que no te esperé


Hoy has llegado, hoy, un año más has aparecido…
Yo, me vas a perdonar, no te esperaba del todo, no me día cuenta apenas de que te acercabas… No por los días grises que pintan esta semana, o por el frío que por las mañanas me acuchilla la cara y las manos, es algo más.
Parece que me quedé rezagada, por tu llegada tardía, porque últimamente no me apetece hacer planes a muy largo plazo… Y eso que ya llegaron a casa las primeras torrijas, y el Vía-Crucis cada año esperado de mi Cristo de la Salud y Buen Viaje parecía anunciar tu llegada este año, pero no hay manera.
Ni tan siquiera el aviso que anticipa tu llegada en la calle San Esteban, con el añadido de que se hacen capirotes, me ha puesto en la onda.
Puede que aunque sobrelleve los días, la situación aún no resuelta de mi pierna es la que no me deja hacer planes a muy largo plazo. Los hice muchas veces desde Octubre, pensando en hacer determinadas cosas cuando estuviera bien, e hice muchas cosas, pero bien sigo sin estar. No sé en que situación llegaré al final de tus cuarenta días, no sé si con suerte llegará la rehabilitación en ellos o si tendré que esperarte sentada, sin poder, más que sin querer, meterme en bullas, aguantar largos parones y más de una caminata… No sé si podré revestirme este año de celeste y crema, incluso mi madre me ha provisto unos zapatos bastante planos y elegantes por si el Jueves Santo llega antes que la rehabilitación, para no renunciar a la mantilla, no podría soportar también esa renuncia.
También puede que la UPO quede muy lejos de tu ambiente, puede que allí sea más difícil sentirte, intuirte, presentirte, esperarte y desesperarte por tu tardanza…
Lo dicho, no sé porqué, si es por todo lo anterior o por cosas que ignoro, no he logrado esperarte con ansias como otros años, con un estallido feliz cuando te has colado de improviso en el almanaque. Quizás, como todos los años son diferentes, este lo es a su manera y ha tocado que sea de este modo.
Me ha dado pena pensar en todo esto, pero seguramente estoy a tiempo, aún puedo meterme de cabeza en tus cuarenta días, o treinta y nueve, como dice mi amigo Antonio, y a modo de enfermedad incubativa, como una Cuarentena auténtica, logre situarme en lugar, tiempo y alma como me gusta hacerlo en este periodo.
Tengo el presentimiento de que me reiré y casi avergonzaré de todo esto… El Sábado Santo, antes de que claree en el cielo la Gloria de la Resurrección, y toda la semana me parezca tan efímera como me parecieron los restos de nuestra petalada en casa de mi amiga Leticia cuando hice esa foto hace ya meses, sentiré que no tenía sentido tanta desazón…
Seguramente el año que viene me ría de esto, puede que en 2012, mientras expiran las últimas jornadas del COAC en el Gran Teatro Falla, me ría de este escrito, de este año, y este año pase a mi historia personal, como el ridículo año, el año que no te esperé.
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