lunes, 25 de febrero de 2013

Azul


Yo quería un techo azul… nadie lo veía, nadie pensaba que era buena idea, nadie consideraba que eso fuera “normal”

A veces los demás te hacen sentirte mayor, las cuestiones cotidianas, los embarazos ajenos… todo va tan deprisa que es como mirar un carrusel desde fuera…
Madrugar, remolonear en la cama; empieza el día, el dolor de espalda, la desidia…
Las noticias, las impresoras, los edificios numerados, el tiempo que no avanza pero vuela, las ganas, las desganas…

Yo quería un techo azul y cualquier azul no valía… La gama de azules es terriblemente extensa, el catálogo de pinturas era interminable, pero yo quería un techo azul…

Un proceso de redecorar, ambueblar, tirar cosas nunca viene mal aunque sea muy, pero que muy pesado… Es terrible ver las cosas absurdas que guardas, las gilipolleces  que en su día fueron recuerdos con peso específico, aunque también he conservado cosas de las que ahora estoy contenta de no haberme desprendido.
Lo más desconcertante es encontrar cosas y no saber porqué las guardaste, que sentido tenían, que sentimientos acompañaban, como se ha borrado aquello…
Ahora tengo un mueble corriente con una puerta original con láminas de Warhol, Warhol con tonos azules en sus láminas.

Yo quería un techo azul y no encontraba quien me lo pintara… No sé como ha sido tan complicado encontrar un pintor pero tras muchas idas y venidas, apareció un buen señor dispuesto a cambiar de color mi entorno…

El carrusel incesante de la vida contrasta increíblemente con las toneladas de recuerdos que atesoraba en los rincones…
A veces me soporto y otras me cuesta  mucho hacerlo. A veces  me sorprendo hablando con alguien que en el espejo me parece que se me parece…

A mí madre no le gustaba mi techo, y mientras el pintor  daba  los primeros trazos del cambio le hizo saber su disconformidad… El buen señor imagino que no sabía si seguir pintando o parar, pero no opinó del color y el cambio continuó.

Tengo sábanas azules como mi techo, allí sueño, soy otra, desaparezco, revivo… Soñar aún es gratis, soñar es de lo poco que no nos han arrancado aunque casi; soñar a veces te da una brusca voltereta y se torna en pesadilla, pero lo bueno del sueño es que para bien o para mal, siempre se despierta…

Yo quería un techo azul, azul fuerte, azul maniguetero de San Esteban, renegar del celeste, olvidar el techo blanco y simple, poder entrever en la trama de la mosquitera que me hace de dosel…  Ese azul intenso invadiendo mi techo.

Los días son grises y  algo fríos, pero no me molesta… Mi adicción al gipsy-jazz aumenta, la compulsividad literaria no decrece y de vez en cuando alguna buena película se deja ver.
Ahora tengo un buró, de IKEA pero buró, mejor dicho, un secreter, un lugar inspirador para escribir que al abrir su tapa, además de útiles de escritorio, te muestra una panorámica de Milán, para que no olvide que más pronto que tarde habría que pisar suelo italiano e italianizarse con pizzas milanesas…

Tengo un techo azul, azul fuerte, azul con un código específico, azul maravilloso…
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